VIRAJE O HUNDIMIENTO

José Ramón Cervera, uno de los analistas más preclaros  de este colectivo, pone el dedo en la llaga, o sea en las distintas llagas que nos van provocando a los de abajo, a quienes hemos de luchar cada día  para salir adelante, en esa carrera de obstáculos en que han convertido la vida. Ahí está el enemigo colocando trapas a nuestro paso, tratando de dividir en mil focos la lucha de clases, que solo es una. Ahora toca movilizar a las mujeres contra los hombres, a los niños contra los profesores, a los gays contra el mundo….mientras crece la campaña en apoyo a unos desplazados (no refugiados) que provoca el imperialismo (de Francia, de EE.UU., de la UE en pleno) en África, olvidando que muchos de estos desplazados proceden de países africanos ricos en recursos, pero saqueados por los colonizadores de siempre, o de las guerras  orquestadas también por los mismos de siempre, y que ahí es donde hay que señalar. …Enhorabuena, José Ramón, por explicarlo tan claramente.      

                                           VIRAJE O HUNDIMIENTO     

Los últimos análisis sobre los resultados de las elecciones autonómicas en Andalucía delatan a quienes se limitan a evaluar en números de votos desde una supuesta perspectiva «de izquierda». De este modo la preocupación aparece centrada en la pérdida del voto hacia el producto propio, por abstención o traspaso; no en el riesgo que supondría la eclosión del neofascismo. Esa evaluación electoralista es muy reveladora de la eterna confusión entre valor y precio a la que se ha abocado con la pérdida de referentes esa “izquierda”. ¿Se toma en serio a sí misma y al supuesto enemigo al evaluar de ese modo? ¿Se ha hecho la necesaria autocrítica sobre hasta qué punto esta reacción del voto no viene motivada por los desvaríos y pérdida del Norte de esa izquierda?      La reflexión sobre las causas del resurgimiento de la extrema derecha en realidad  habría que hacerla vinculándola con el abandono por parte de la izquierda del largo plazo. Ese largo plazo ya prescindible para la socialdemocracia juvenil y sus allegados de mantener en el horizonte como objetivo final los viejos ideales emancipadores, en los que cabían todos los desheredados.  El resultado final electoral no es el daño inmediato de unos votos transmigrados que al fin y al cabo se limitan a santificar en sí mismos la bondad de las reglas del juego establecidas para la supervivencia del sistema. Es mucho peor el daño ya irreparable en las conciencias de la supuesta vanguardia política de la izquierda. Su absoluta certeza en que el único camino redentor es el de unas elecciones siempre perfiladas desde los medios generadores de opinión. Donde resulta que es más idealista la creencia en la reforma del sistema que la posibilidad del cambio real.     

El reformismo como única forma de acción política convierte el camino electoral no sólo en la única vía de actividad, sino en un fin en sí mismo. Un mercado donde rigen también las invariables leyes de la oferta y la demanda que operan en el sistema económico que tenemos. Donde por el camino de la renuncia a los principios morales propios se opta más por ajustar la oferta a la demanda. Una demanda que conforman los medios de control de masas hasta el punto de hacerla aparecer ante cada cual como si fuese criterio propio. Así se cierra el círculo del que es tan difícil salir. La participación entusiasta en esas reglas del juego permite sembrar decepción a la vez que el reformista lo que mejora en realidad es su nivel de vida a través de su progresiva integración en el entramado de ofertas y metamorfosis.    Esto se convierte en un modo más de obstaculizar hasta el mismo lavado de cara del sistema que se planteaba en esas intenciones iniciales. El desgaste de las supuestas fuerzas transformadoras bajo esta expectativa también está previsto por quienes marcan la agenda de plazos, contenidos reivindicativos y programas electorales. Donde la malversación de la energía juvenil anticipa la desazón ante esa única vía electoral, negadora de la responsabilidad personal que se ejecuta mediante la acción propia y colectiva. Al igual que en su día y por simple interés de sofocar una situación peligrosa para el poder se promocionó a la socialdemocracia juvenil televisada, ahora la noticia de su derrota en ciernes y la novedad neofascista que se ve en el horizonte no es sino fruto de estos mismos medios de comunicación, obedeciendo a esos mismos poderes. Sólo hay que encender todas las televisiones ahora mismo para comprobar hasta qué punto Vox no es también una creación mediática, la nueva alternativa bisagra por la que opta el poder para fraguar luego las alianzas que lo vuelva a garantizar sin fisuras.      

Una situación insostenible y con salarios de miseria. Trabajo basura con jornadas interminables. Ausencia de futuro para millones de jóvenes. Todo esto se ve acompañado como en una farsa de otra serie de distracciones en causas particulares que son una especie de burla ante el drama general. Así lo perciben los explotados. La lucha de clases real enmascarada en esta lucha artificiosa de todos contra todos: Hombres y mujeres, hijos y padres, heterosexuales y homosexuales. Todos gritando entre todos y ninguno gritando a los poderosos. Las clases sociales trastocadas en clases sexuales en una sociedad destruida y manipulada.       Parece ante esta ópera bufa como si los objetivos paradójicos y hasta los mismos líderes los eligiese la psicosociología del control social. Es tan grave el atentado contra el sentido común que solo cabe concluir que la pretensión última de quienes desde el poder promueven el desvarío es la implantación de gobiernos de extrema derecha. Los mismos que instauran el desatino nos traerán como remedio de sí mismos esa “salvación”. La dinámica de las reacciones en estos enfrentamientos forzados se sabe muy bien que generan una reacción que es muy bien manejada por el conservadurismo para hacer caja.

Sin embargo, la actuación seguidista que hace la seudoprogresía de estas instrucciones no escritas no sólo aleja las soluciones reales eludiendo el verdadero conflicto. Es que además es de una torpeza manifiesta. Los reaccionarios tienen bien servido el uso de la confrontación artificiosa con las siempre discutibles cuestiones de la privacidad de la vida humana. Sin embargo, con  datos y cifras, las diferencias sociales son evidentes e incontrovertibles. Lo primero es un estado de debate  colectivo  que está dentro de la opinión, de lo particular. Siempre será un debate estéril y sin acuerdos frente a la ideología conservadora del poder.       Sin embargo, las diferencias sociales y la injusticia social son hechos probados y forma parte de lo general, de lo colectivo. De aquello que a toda costa se trata de escamotear cargando las tintas en los asuntos particulares como estrategia de evasión del verdadero conflicto.    La orientación sexual  de cada uno nos la han convertido desde los medios del poder en algo fuera de lo concerniente al ámbito de lo privado. Lo han elevado de derecho natural privativo del individuo a causa general de primera línea. Muy respetable la opción de cada cual, pero que de ninguna manera puede ser motivo de orgullo o vergüenza. Como no lo debe de ser la condición de hombre o mujer. Debería de ser igual de irrelevante si en definitiva tratamos de personas. Esta magnificación es la que precisamente minusvalora y deforma mientras afirma que defiende ese supuesto derecho. Que lo es por derecho natural antes incluso de pretender defenderlo como causa.    Sacar este asunto de la esfera íntima y elevarlo al primer término de lo reivindicativo supone en el fondo hacer artificial lo cotidiano, lo que debería de ser normalizado convertirlo en un fenómeno extraño. Poner la sexualidad como una faceta más de la condición humana en ese lugar tan destacado forma parte del intento de hipersexualizar la sociedad para mejor controlarla. Elevar a causa lo que sólo es consecuencia de nuestra naturaleza o de nuestra supuesta libertad personal focaliza las aspiraciones de liberación humana tan sólo al ámbito privado de la sexualidad, olvidando el poliedro que somos  en tantos ámbitos  y escondiendo esa faceta social en las relaciones de producción que son las que de verdad molestan al poder.  Aquí también vemos las distinciones sociales. La homosexualidad es y ha sido siempre más o menos tolerada en los círculos del poder o próximos. Sin embargo es una mancha más para la marginación sobre la condición de pobre.     

La imposición de la confrontación artificiosa entre seres humanos iguales en servidumbre elude la única diferencia real:  La de la sociedad estratificada en clases enfrentadas de verdad.  Si manejas el lenguaje, manejas el poder. Pero si no dominas el poder, es ridículo inventar lenguajes como modo de conjuro del poder. La corrupción nos ha afectado en forma de corrupción intelectual, donde por no salirse de lo políticamente correcto e incluso sabiendo lo que hay, se comulga con las ruedas de molino postmodernas.     La reflexión superficial y ególatra por compartimentos y entidades ficticias de la postmodernidad liquida la esperanza colectiva de la liberación integral. Hay incluso un principio de pereza o comodidad en las reivindicaciones en las que el consenso es tan amplio en toda la sociedad. Tanto que hasta los medios de comunicación van en la misma línea. Principio por lo tanto también economicista: Los propios medios hacen la campaña en esa regla del juego de la causa particular en ausencia deliberada de conflicto de clase.  Incluso colaboran hasta en la campaña electoral derivada de los «éxitos» en la defensa de lo particular .Y lo que es peor: La reivindicación por la mejora parcial por todo objetivo conlleva la bendición de lo que existe, donde la expectativa en la sola mejora le da el carácter de mal menor a lo establecido. Donde esa necesaria mejora parcial en las condiciones de vida por toda meta, no sólo bendice el marco social y económico, sino que colabora en su mecánica.     Las mujeres es cierto que han sufrido a lo largo de la historia una doble explotación. Dentro del ámbito doméstico y cuando han trabajado fuera a la vez. Pero incluso aquí determinado feminismo pequeñoburgués se queda corto en su denuncia. La mujer ha sido mucho más en beneficio del sistema capitalista. La mayor generación de plusvalía procede de ella. La más grande de la historia. El trabajo del hombre era posible gracias a unos cuidados no remunerados y de los que se beneficiaba el patrón sin salario alguno a cambio. La mujer ha parido a los hombres para que luego pudiesen ser carne de cañón en las hecatombes bélicas de los poderosos.

Las horribles carnicerías de las continuas guerras de rapiña, más criminales cuando mayor era el bien o la patria que se invocaba. Su cuerpo ha sido tutelado por las instituciones al servicio del poder. La propia familia ha sido fuente de represión para las mujeres, de inhibición en su desarrollo como personas. Pero es inadmisible entrar en la trampa que nos tienden desde el sistema para ver quien ha puesto más a lo largo de la historia humana. Tan víctimas de la opresión del capitalismo han sido unas y otros. Y la revancha sólo es posible y necesaria frente a los que crearon de verdad las estructuras patriarcales de opresión.    Esta búsqueda de la igualdad entre hombres y mujeres sólo puede serlo con la abolición de la desigualdad entre clases sociales.

Tiene que haber equidad entre hombres y mujeres como personas. Como se planteaba al menos sobre el papel en las viejas luchas igualitarias. Sin privilegios por razón de sexo entre hombres y mujeres liberados del yugo que a lo largo de la historia han compartido. No podemos aspirar a una igualdad feminista a cambio de sacrificar la igualdad social. Ni podemos infantilizar a las mujeres sustituyendo la opresión de la tutela en el ámbito familiar por la tutela ideológica desde el estado y sus subvencionadas ONG.     La llamada violencia de genero tal y como se nos describe de manera mediática viene a decirnos que el hombre ejecutaría esa violencia  por la mera condición de serlo. Lucha de clases opacada por la lucha de sexos. Para esta versión, los opresores serían la novedosa clase social transversal de los hombres.  De modo y manera que habría como una especie de pulsión masculina ajena a los valores que el sistema va diseminando en las conciencias. Sin nada que ver con la frustración que genera este tipo de sociedad hipersexualizada y desestructurada. Donde para determinados feminismos la igualdad pasa por tener por ejemplo una pornografía femenina propia o ejercer el derecho a vender el cuerpo. La mala educación sexual, su práctica, ese trasfondo cultural y ambiental no nacen por generación espontánea ni son exclusivos del hombre. Son manifestaciones de la ideología patriarcal propagada por el poder.

No debemos confundir síntomas por causas. Y son las causas subyacentes las que hay que atajar desde una nueva sociedad, con otros valores, otras leyes y otra educación.     No sería la violencia de fondo de las relaciones sociales la que imperaría en el «modo patriarcal» para el postmodernismo. Para el poder y sus movimientos amplificantes ésta existiría por cuenta propia, soterrada en una especie de rencor hacia la mujer y ajena a esa realidad. Crear esta desconfianza entre hombres y mujeres conlleva sin duda aceptar la sociedad estratificada en clases, puesto que el problema a combatir sería esa supuesta pulsión inmanente en el hombre. Contemplado el ser humano masculino como ente genérico y homogéneo, sin fisuras de extracción social y con su pecado original biológico a cuestas. Para las voces más extremas en estos asuntos, la violencia que pueda golpear a la mujer no sería consecuencia del sistema social y de sus valores en el que estamos inmersos hombres y mujeres. Sería consecuencia de la perversidad masculina, de esa malformación congénita llamada hombre.  En rigor por lo visto habría que condenar a la misma naturaleza por ser capaz de crear seres humanos de sexo masculino.     El sistema es incuestionable para la postmodernidad de la reivindicación por compartimentos.  No hay personas, no hay clases. Hay géneros. Y así es en la otra acepción del término: Género como mercancía, como cosificación, que se ofrece en el gran bazar del divide y vencerás.      Hay movimientos feministas muy activos cuando la agresión ha sido difundida a nivel mediático; pero están ausentes cuando la agresión es sexual y laboral a un tiempo. Son muy activos en el primer mundo desarrollado, pero ni clasifican ni abren la boca cuando la violencia es contra mujeres y niños en las guerras que suceden fuera. ¿Le llamamos “violencia patriarcal” o de “género” a los actos nefandos de los mercenarios occidentales en Siria contra las mujeres y los niños? Me temo que nos quedaríamos muy cortos y esto sí que sería una auténtica burla para las víctimas de las guerras por delegación. Estas tan recientes que promueven y apoyan los que dicen defender los llamados derechos humanos.  Esta es una prueba más, reveladora de como todas las disidencias  controladas se dedican a eludir el hecho innegable de la explotación del ser humano sin distinción alguna, salvo la de clase. Única diferencia real entre seres humanos y de la que se derivan todas las demás. Esa es la violencia soterrada escondida bajo los buenos modales y las leyes, incluso bajo la acción de los bienpensantes está el hecho de esconderla con otros discursos que en última instancia generarán violencia.  

Esa es la violencia escondida tras la virulencia inquisidora de determinados ideologías “progres” y por «colectivos». De apariencia liberadora, diseñadas muy lejos de aquí y que prestan un buen papel al poder. Esto es así desde el momento  que el sistema y sus medios  las promociona y asume su discurso. En gran parte como herramienta del divide et impera. La violencia de todo tipo está como herramienta permanente para quienes a toda costa tienen que preservar sus fortunas y privilegios. Y en esas clases sociales altas, en esas élites, hay hombres y hay mujeres. Y bajo la violencia de esa dominación, la única categoría oprimida es la de los explotados, hombres y mujeres también.  

Acabar con esto terminaría con esa discriminación y con esa violencia que no es de género, es genérica desde los dominadores hacia los dominados. Habría que reflexionar muy a fondo sobre el motivo real por el cual los medios de comunicación ante el suicidio y según ellos de cara a evitar el efecto contagio mantienen un pacto de silencio y sin embargo en la actualidad, frente al feminicidio, son toda una enorme caja de resonancia. No porque no deba de ser noticia, por supuesto que sí. Feminicidios que no porque hayan existido siempre, incluso cuando no se les daba cobertura mediática, no dejan de ser tan condenables como cualquier otro asesinato. Pero el poder y sus medios no dan puntada sin hilo en una sociedad manipulada donde determinados individuos están a la expectativa de hacer de manera mimética justo lo que no se debe de hacer jamás.   

Por otra parte, desde hace años que los financiadores de la globalización y la destrucción de los estados nación para la hegemonía mundial subvencionan organizaciones en teoría no gubernamentales.  Estas se dedican a dividir y compartimentar las contradicciones subsidiarias en beneficio de la ocultación de la principal que jamás reconocerán: La explotación del ser humano por el ser humano. Las ONG al servicio de falsos filántropos y de departamentos de estado, han tenido un peso decisivo en este cambio de paradigma de lo general a lo particular para olvidar lo general: La emancipación de la humanidad en su conjunto, único modo de garantizar las conquistas parciales. Uno de sus empeños principales ha consistido en la entronización de unos supuestos derechos humanos que sólo brillan en el papel. Ha sido el modo de conculcar con las guerras el derecho sagrado a la vida. El mayor derecho humano y el más obviado por la farsa filantrópica.

Unas guerras que nunca denuncian y que muchas veces hasta dinamizan estas mismas organizaciones en apariencia tan beatíficas, al señalar objetivos en los países que de manera selectiva interesa al imperio.      Hay una lucha de clases que empezaron los falsos filántropos de los magnates y los gobernantes de sus consejos de administración. Una lucha que vienen ganando ellos con este control de las conciencias a través del apoyo a los compartimentos estancos de las distintas causas particulares y a sus partidos atrapavotos, que luego no sirven ni para eso. Hay un empeño en esconder que sólo la superación de este sistema económico injusto puede y debe romper todas las cadenas a la vez. Apantallar lo evidente es la labor de todas estas ONG y de los líderes políticos apoyados por estos financiadores de vana ilusión.     El activismo es cantera de buenos vasallos si hubiese buen señor. Pero más importante que el señor a defender es la causa que se defiende. Hay todo un infierno de guerras empedradas con estas buenas intenciones. Si se trata como en muchos casos de encontrar esa causa sagrada a defender para la tranquilidad de las buenas conciencias, en el lugar más elevado se encontraría orquestar un movimiento coordinado internacional contra el belicismo occidental. Un belicismo creciente ante un poderío anglosajón en declive y que nos puede llevar a un conflicto nuclear. Es curioso: La causa más sagrada de todas, la más ardua, la más valiente, la más efectiva…..olvidada por todas las ONG y sus activistas.  La socialdemocracia juvenil ante su «qué hay de lo mío» nada quiere hacer o saber sobre esta cuestión primordial. No se dice, pero el resultado final de la socialdemocracia juvenil en las conciencias ha devenido en un «sálvese quien pueda».    

El papanatismo seudoprogre de malversación de esfuerzos en asuntos absurdos fijados por el poder es sumamente destructivo. Aun así se produce ante esa conducta una reacción de burla e indignación simultánea en amplias capas de la población. Es el mismo proceso mental del desprecio que permite justificar de cara a uno mismo la agresión a alguien. Pero probando en este caso de la propia medicina que ya se administró. Con la unánime guerra “humanitaria” contra Libia en la que todos estaban de acuerdo, el proceso de agresión funcionó de ese modo por parte del amplio bando: Burla hacia un líder, posterior demonización y al final eliminación física. Es el comportamiento típico del fascismo para deshumanizar y poder matar sin remordimientos. Aquí se libran de momento de lo último. La indignación es una reacción inevitable de la población frente a lo soportado, pero mal encaminada por culpa del ridículo constante de la seudoprogresía  nos va llevando hacia ese crecimiento de la extrema derecha tan bien previsto en el guión. Un guión escrito por unos y declamado por otros.  Para hacer, con plena conciencia del que escribe el libreto, una tragicomedia con lo que se debería de narrar en clave de tragedia. Los personajes ignoran que no son más que personajes, y acabada la representación, desaparecerán junto a su impostura.      El terreno para el neofascismo ya está abonado  con la indolencia que se genera a través de la fórmula milagrosa de la expectación, electoral y vital, que hace personas conformistas y creyentes en el poder de la pócima del voto y del líder mediático. Esto hace renunciar a toda vía efectiva de cambio social y nos condena a ser Sísifos en las invariables reglas del juego político.

El espectador vive en la mera expectación.     No sólo es contradictorio hablar de casta y ser casta. El problema principal en este asunto radica en la manifiesta falta de fe que se demuestra en el propio proyecto político cuando de modo tan burdo se sacrifica en la negativa a no sólo dejar de ser honrado, sino incluso en dejar de parecerlo. En la España profunda y feudal todavía existe aquello de la palabra dada. Algo residual de otra época todavía presente. Un aparente deseo de honradez. Y desde esa misma mentalidad anacrónica se acepta el dominio del señor. Hasta se acepta o se ignora que lo primero que hagan los «salvadores de la Patria» sea subirse el sueldo. Pero de ninguna manera es soportable el fariseísmo de los telepredicadores de la socialdemocracia juvenil, pregonando una cosa y haciendo la contraria con su rocambolesco derecho a chalet aprobado por las mismas bases partidistas. Plasmación definitiva de cómo la secta deforma la percepción de la realidad y mal encaminada hasta destruye los basamentos de su misma fe. El nivel de autoexigencia en materia de conducta personal y política es y debe de ser mucho más elevado entre quienes se supone aspiran a una verdadera transformación social que entre los directos representantes de este modelo vigente de sociedad.      La socialdemocracia tradicional y la juvenil mantienen un liderazgo en el que ya no están los trabajadores, algo insólito en los partidos que se supone deben de defenderlos. Esto nos lleva a las consecuencias conocidas. Al fin y al cabo las conciencias las determina la realidad. Y la realidad no es la del fin de la historia y la superación de las clases sociales. El sujeto histórico de la clase obrera con la revolución científico-técnica puede haber quedado en entredicho por su sustitución por máquinas y robots. Pero el empobrecimiento de amplias capas de la población como contrapartida inevitable del enriquecimiento cada vez mayor en la concentración de capitales nos dice que sí que existen los oprimidos.   Hasta los trabajadores autónomos en muchos casos deben de pasar a formar parte de un amplio y novedoso concepto de clase obrera. Existen por tanto los trabajadores, que a veces para sobrevivir tienen que desempeñar muchos trabajos distintos y mal pagados. En el siglo XX la voracidad del capitalismo en la metrópoli tenía suficiente con la explotación del trabajo directo del llamado «cabeza de familia». Adecuada terminología ganadera para lo que éramos y somos. Había cierto respeto por parte del sistema a unos derechos básicos que en el caso de no reconocerlos podían propiciar revueltas que se planteasen la implantación de un sistema económico alternativo.  

La desaparición del socialismo real con todas sus deficiencias ha llevado al sistema a colapsar de avaricia. Niega derechos y para elevar su tasa de ganancia tiene que explotar  tanto al hombre como a la mujer en todos los ámbitos. Jornadas interminables, estrés laboral, enfermedades psicosomáticas, hijos desamparados criados a golpe de nuevas tecnologías al servicio del embrutecimiento anímico. La situación física y psicológica de hombres y mujeres, trabajadores en definitiva, no mantiene tan grandes diferencias con las de la clase obrera en la Inglaterra del siglo XIX. Sólo hay novedosos anestésicos para el mismo dolor. Redes sociales que son sólo lo primero, los folletines de las series de televisión. Ya ni siquiera en ese mundo virtual de la alienación se molestan en narrar otros mundos ideales para olvidar el real. La narrativa descarnada en las series televisivas abunda en más de lo mismo de lo que impera en el mundo cotidiano. 

Un mundo narcisista y vacío, donde el enriquecimiento es bueno de por si, donde el asesinato y la hipersexualización son el Tánatos y el Eros de las pulsiones elementales en las que nos quieren sumergidos y ahogados. Su tufo a necrofilia da testimonio de la muerte en vida en la que nos quieren.    Hay sujeto histórico. Hay explotación. Hay oprimidos y opresores. La socialdemocracia juvenil televisada no le da el protagonismo que requiere a la no tan novedosa clase trabajadora. Y las herramientas con las que nos dotan no parecen las más indicadas para acometer el laborioso trabajo pendiente.     Si preocupante debería de ser el resurgimiento del neofascismo más debería de serlo el de la decepción respecto de los ideales emancipadores en medio de una indignación dirigida de manera perversa. Es causa de este síntoma. Es su sustrato.

El fascismo no es posible tan solo por la locura colectiva y la inoculación de ese germen por parte del capitalismo en crisis. El neofascismo es factible sobre las conciencias gracias también a esa masa inmensa de desilusionados; obra de la socialdemocracia televisiva y de su discurso contradictorio de las palabras y los hechos. La misma que ahora en el juego publicista se dedica en apariencia de manera inadvertida, a darle cancha y predicamento a la ultraderecha agitando ese espantajo con ese único fin electoralista. El ascenso de votantes de la extrema derecha va en relación con el falso tabú con que se narra esta irrupción calculada a través de los medios de comunicación generadores de realidad que trabajan para acabar construyendo una profecía autocumplida.      

Una parte fundamental de responsabilidad en este supuesto bandazo ideológico actual reside en  el experimento de siembra de la decepción paralizante a raíz del 15M. El embrión de esta socialdemocracia juvenil procede del gran experimento de ingeniería social de aquella movida. Fue coetáneo e impulsado por los mismos centros de poder que impulsaron aquel Global Change o las «primaveras árabes». Activistas procedentes del movimiento obrero con conciencia de clase durante un corto periodo intentaron hacer valer esa lucha de clases. No lo  permitieron ni los líderes en la sombra de los indignados ni los condicionantes que había que acatar para poder participar en este movimiento. Salvo en el caso de estos activistas ya forjados en el trabajo previo y que acudieron con su habitual buena intención y vigilancia, la falta de espíritu crítico de la mayoría de los bienintencionados seguidores del 15M fue más que notable.

Nadie le dio mayor importancia al hecho de la propaganda gratuita del movimiento indignado en las televisiones, a que el wifi de Puerta del Sol lo pagase un magnate de las telecomunicaciones, amigo del dueño de Facebook. Un magnate que apostó entonces por los indignados y que no hace mucho lo hacía por Ciudadanos. Extrañas paradojas, donde ese mismo magnate publicaba unos años antes en su web de su Safe Democracy Foundation los necesarios artículos rusófobos (la gran obsesión actual de las élites) de uno de los entusiastas intelectuales libertarios del 15M, «experto» en el espacio postsoviético que dicen ellos. Intelectuales de cabecera de muchos jóvenes bienintencionados, impertérritos ante el hecho que nadie se molesta en observar de que incluso ese organismo dependiente del Ministerio de Exteriores para entre otros asuntos financiar rebeldes en Siria, AECID,  patrocine muchas de estas charlas.  Rusófobas y de retirada del mundanal ruido a través del neomaltusianismo milenarista con toques de socialismo utópico.  Abandono de la trinchera refugiándose en la comuna hippie revisitada del decrecentismo que en nada daña al sistema. Si alguno le sorprende pero además le interesa saber más al respecto, tiene la obligación moral de atreverse a saber en profundidad sobre curiosidades de intelectuales de cabecera bien acogidos también por el propio poder o al menos no vetados.    

Ya entonces unos y otros, los mismos; escondían el hecho flagrante de la intervención criminal en Libia, que trajo como resultado lo que ahora presenciamos ante nuestros ojos en Siria, Yemen y en la misma Libia. Ni siquiera un mínimo de código ético que legitime las propias reivindicaciones a través del esfuerzo en la condena de la guerra que imponen los mismos gobernantes en teoría cuestionados de puertas de casa hacia dentro. Ninguna disculpa a posteriori con aquello del «erróneo análisis» a lo que si recurren cuando les interesa. Las disculpas en el 15M institucional van sólo a señalar los supuestos «pecados de juventud», cuando se defendía a la Venezuela de Chávez. Eso sí, el alma mater de la revolución esperada volará de nuevo hacia la excelsitud de la pureza revolucionaria y soñará con la nueva mitología del ecofeminismo libertario, con mujeres liberadas del patriarcado (ya no hay clases sociales),  empuñando las armas en la invención «revolucionaria» de Rojava. Una curiosa revolución subvencionada por EE.UU. y Arabia Saudí. Un invento de usar y tirar con el que embelesaron a tantos jóvenes para colaborar en la lucha contra el pueblo sirio. Al calor de este cuento han acudido desde distintos pelajes ideológicos, coincidiendo todos en su rechazo al gobierno sirio y pregonando todos la misma falsa epopeya.  Desde el líder de Vox hasta los popes que no deberían de tener algunos jóvenes libertarios, todos se quedaron encantados con esta narrativa inventada. Sólo hay que tomarse la molestia en informarse para comprobarlo.    

En el 15M se vio la falta de formación política emancipadora y una enorme credulidad entre los oficiantes. Una parecida ansia de cambio tan teledirigida y mal ejecutada como la de este giro actual. Todas las televisiones al unísono le daban cobertura al experimento de control social y de disidencia controlada mientras escondían las manos manchadas de sangre en Libia. Los mismos teloneros del espectáculo 15M repudiaban que se mencionase la guerra y se omitió en manifiestos y cánticos. Todos los partidos y disidencias coincidieron en esta transversalidad. Su apoyo al bombardeo humanitario en el cielo y a los terroristas «rebeldes» en la tierra fue unánime. Un esclarecedor retrato de familia para el que quiera leer entre líneas del frente y quiera molestarse en consultar hemerotecas.      Ahora, ante esas preocupaciones mercantiles por el voto, donde se permiten desde su soberbia universitaria arremeter contra quienes se abstienen o votan a los «salvadores»,  el diagnóstico no puede ser más negativo. Sobre la animadversión que provoca su autosuficiencia y su pedantería pedagógica, faltaba para ahuyentar a los pocos posibles votantes que quedan entre los descreídos esa arremetida contra las «desertores», cuestionando su voto y su abstención a un tiempo. Una huida hacia adelante para no corregir en nada un rumbo que ni siquiera es de ellos. Ese enfado contra la elección equivocada o la equivocación de abstenerse todavía genera más animadversión y hace que el voto emocional se reafirme en las bondades del simplismo neofascista. El infantilismo seudoprogre es en definitiva una hoja de ruta impuesta por la vía de la coacción ideológica del discurso único y del descrédito al que han sometido de manera constante a los viejos ideales de la emancipación colectiva en un sistema distinto y para una humanidad mejor. Ante la seriedad y la contundencia del discurso tradicional de una verdadera izquierda, con todos sus errores, no cabía la autodescalificación de la payasada continua y de la renuncia permanente evadiendo la contradicción principal y optando por la dispersión en las distintas movidas esotéricas modernas de los ismos que no empiezan por común. Esas que tanto agradan a los poderosos como modo de manipulación y control. El mismo lenguaje es muy revelador de ese control mental, cuando por ejemplo desde la socialdemocracia infantil de las televisiones o de las redes sociales se habla de «recuperar democracia» (dando por hecho de este modo su existencia anterior) o de una «segunda transición» (dando por hecho las bondades de la supuesta primera y además que la virtud no está en el progreso o ruptura, en el contenido en definitiva; sino en el propio tránsito sin más)    

El rearme ideológico también pasa por abjurar de prácticas de alto riesgo que solo han conseguido la quema de las naves de lo poco que quedaba de la izquierda transformadora haciendo de compañeros de viaje del independentismo burgués catalán. La cortina de humo de las burguesías españolista y catalanista ha sido esta impostura, que nada tiene de proyecto social transformador. Un estado en quiebra ha quebrado toda acción consciente con esta situación insostenible a través de este calculado delirio. Donde el delito económico contante y sonante aparece oculto tras la falsa expectativa redentora que genera la burguesía catalana con sus veleidades independentistas, mientras que en este espejo cóncavo del esperpento la burguesía españolista tapa sus vergüenzas del saqueo con la otra bandera. Las patrias como último refugio. Veleidades que habría que dilucidar hasta qué punto no han sido vetadas para promocionarlas, para que absorban del modo que lo han hecho toda las energías a la vez que toda aspiración con verdadero contenido transformador. Y es perfectamente compatible la descripción descarnada de esta fantochada de la burguesía catalana y sus acólitos seudoprogres con la denuncia de esta previsible reacción represora habitual de la burguesía españolista.

Al igual que debería de ser compatible para la «izquierda» proindependentista pelear en defensa de sus presos políticos burgueses a la vez que por los demás presos políticos, cuestión que no sucede siempre.     En este asunto como en tantos otros observamos como la hoja de ruta de cierta izquierda viene marcada desde fuera, desde medios de comunicación que no van  a remolque de lo que piensa la sociedad, sino al contrario: Generan criterio interesado. Resulta muy cómoda por lo tanto la publicidad gratis en lo que te dicen debes de defender, rechazando el duro camino tradicional del criterio propio en la defensa  de los desfavorecidos.  Ante la propia incompetencia de ser incapaces de establecer proyectos propios, que ilusionen y generen energía transformadora de la realidad, se opta por sumarse del modo acomodaticio imperante a todo tipo de revolución pendiente. Es ese reflejo condicionado de la compulsión ansiosa por la revolución permanente en zapatillas de estar por casa.

El supremacismo, el victimismo, la invención de un pasado glorioso, la culpa siempre ajena; que presiden tanto el discurso neofascista que surge ahora como el propio discurso independentista; son contestados por la seudoprogresía si proviene de la extrema derecha y sin embargo se acepta y comparte si proviene del independentismo. Por muy sesudos que se crean los líderes de la socialdemocracia juvenil televisiva; ningún expectante espectador con algo de juicio es tan tonto para no captar esta contradicción. La falta de ideología consecuente en cierta izquierda es clamorosa. En el mejor de los casos pretende sostenerse en una indigesta interpretación del supuesto derecho a la autodeterminación que según algunos reconocería el marxismo-leninismo.  Ese derecho, por más vueltas que se le dé al asunto, le asistiría a los pueblos oprimidos por el colonialismo o a nacionalidades con lenguas y costumbres reprimidas. Nada que ver con el caso que nos ocupa. En este asunto más que un derecho a la autodeterminación, hay una gran determinación en acudir al estrelladero de los conflictos artificiales del enfrentamiento territorial. No al que habría que acometer, que es el natural y de fondo siempre: El de la lucha de clases. Cuanto menos curioso que parte de la intelectualidad seudoprogrey también se hayan uncido a este carro independentista.    

El soporte emocional fundamental en el que se basa el crecimiento del neofascismo está en el odio a la inmigración. Es un odio selectivo:  A los inmigrantes pobres. A la propia pobreza. Tal vez un modo de no verse depauperados y sin esperanza muchos españoles resida en ese mismo odio: El pobre siempre sería el otro, el que «nos quita el trabajo». Aquí la supuesta izquierda ha funcionado también con fariseísmo imperdonable: Ha optado por la caridad asistencial en vez de por la denuncia contundente de la guerra y del colonialismo como causa principal de esa inmigración. Su actitud misericorde da a entender que las oleadas migratorias vienen a ser un hecho inmanente. Una especie de opción turística que nada tiene que ver con las guerras de rapiña que bajo grotescos motivos humanitarios apoya esta misma seudoprogresía en muchos casos (Libia y Siria son el paradigma). La socialdemocracia juvenil hasta ha apoyado por puro electoralismo maniobrero a la misma industria bélica. La socialdemocracia más vetusta directamente la premia: Un incremento del gasto en armamento de más del diez por cien que se mantiene en los presupuestos heredados del gobierno anterior.    

Las poderosas movilizaciones contra la guerra de Iraq han desaparecido de las calles frente a otras guerras iguales. Casi nadie defiende en este espinoso asunto de la guerra ese fundamento de una equidad universal que no existe. Aquello de que lo que no quieras para ti no lo desees para nadie.  El proceso asistencial de los ciudadanos con la inmigración ya forma parte de los engranajes del sistema belicista. El poder lleva adelante su agresión con falsedades sobre defensa de los derechos humanos, y el seudoprogresismo lejos de desenmascarar lo que es la eterna guerra de saqueo, se apresta siempre a poner las vendas en las heridas que provocan estos gobernantes. Su actuación legitima de ese modo la guerra de agresión e induce a la falsa creencia de que los enemigos son esos inmigrantes que huyen de la muerte y del expolio y no los criminales que llevan adelante las humanitarias campañas bélicas y el saqueo de sus recursos. Una clara acción antibelicista y una simple explicación demostrativa de todo esto hubiese contribuido en gran medida a atenuar esta xenofobia y nos hubiese llevado a la compasión racional y efectiva de la solidaridad, no a la misericordia que obvia la justicia.    

Hace falta con urgencia fomentar el pensamiento racional.  El pensamiento mágico de la expectativa en el voto y de la transformación por delegación electoral no es racional. Una realidad penosa no se cambia confiando en el liderazgo mesiánico. Líderes providenciales a los que encomendarse desde la comodidad del plebiscito. Actitud que subyace tanto en el votante de la socialdemocracia infantilizada como en el de extrema derecha. Tal vez aquí esté el arcano de esa permeabilidad del voto socialdemócrata infantil y el de la extrema derecha cuando este se produce, tan idénticos en esta conducta. Hay que enseñar a tomar las riendas del propio destino, a abandonar el infantilismo de la irresponsabilidad que supone no actuar, no participar más allá de lo que el sistema tiene previsto.

Estamos tan condenados a ser meros consumidores que hasta pretenden desde los medios tecnológicos del control social diseñar un menú político a la carta en base a nuestro perfil en Internet.  Comeríamos de esa bazofia para luego defecarla en forma de voto en una inodora urna. El nuevo libre albedrío del liberalismo que  te condena a la ímproba tarea de elector pero te facilita tu exclusiva función de votante recordándote por quién tienes que hacerlo.    Todas las distopías inimaginables están en marcha, muchas con el apoyo pueril y el entusiasmo de mucho seudoprogre: Eugenesia de las élites (casualmente propuestas por el mismo que les daba wifi gratis al 15M), eutanasia que será cada vez más selectiva y menos electiva, vientres de alquiler, legalización como actividad laboral de la prostitución, persuasión publicitaria a través de los medios de comportamientos sexuales para control demográfico, implantación del fascismo real cuando los medios de control de masas no sigan cumpliendo con su cometido de control de la opinión.   Nos vemos abocados a un escenario de violencia de estado, donde lejos de aquella finalidad teórica en la que el estado era el refugio contra la violencia, ahora es ese mismo el que la ejerce contra los que debería en teoría de proteger. Desahucios, leyes mordaza, socialización de las pérdidas, privatización de los beneficios, suicidios por razones económicas y laborales, dificultad para acceder a derechos básicos. Todo esto vamos aceptándolo a cambio de la renuncia a la utopía realizable.

Nos queda tan solo una fe acomodada en los pregoneros de su corazón electoral, en un mundo sin el corazón de la propia toma de conciencia.   El supuesto avance de las tecnologías de la comunicación han supuesto lo contrario de lo que cabía esperar. Son un retroceso en la capacidad de reflexionar, en el análisis. Toda acción social o de actuación sobre la realidad se ve ceñida en la gran mayoría de los casos al intercambio de tonterías a través de los teléfonos móviles. Los mismos concienciados tienen esa conciencia muy tranquila en su mero hacer de correa de transmisión de la información alternativa a través de estos medios tecnológicos y a un ritmo tan vertiginoso que impide su procesamiento. Las redes sociales se han convertido en receptáculo del conformismo puesto que es el propio conformismo su razón de ser: Conforman a la población y la conforman. La modelan y la satisfacen.  Escaparate hueco de vidas huecas.

El narcisismo lo preside todo.      Hacen falta señas de identidad, pensamiento crítico, erradicar la expectación, la pereza de la delegación en la consecución de la venida del reino de los cielos terrenales a través de la fe. Hay que transgredir, ver más allá, elevar las conciencias, estudiar, organizar, propagar y como resultado final, actuar por fin. Siempre fue de este modo por mucho que se hayan empleado a fondo en pretender hacernos creer lo contrario.     Este artículo que reconozco como demasiado extenso y repetitivo, es también uno más de lo poco que sale de la disidencia en la catacumba. Si llega a ser leído por algún poseedor del espíritu del tiempo, sólo le servirá para ofenderse en el mejor de los casos, sin más respuesta en el debate. Me alegraré. No por ninguna pretensión buscada y alcanzada de conseguir ese objetivo de molestar a nadie. Mi satisfacción residirá en evidenciar también así lo acertado del diagnóstico. Síntoma y causa a un tiempo del nivel al que hemos llegado en la imposibilidad de disentir, de cuestionar la verdad incontrovertible, de criticar y opinar entre la progresía que en otro tiempo se jactaba de tolerante. Se prescinde incluso de las pruebas y argumentos y sólo queda ese resentimiento del ofendido si éstas van a contracorriente de lo ya tan normalizado en estos ámbitos.     Hay mucho por hacer y por rehacer. Y queda claro que nada efectivo venimos haciendo por este camino de la distracción pueril y confiada en los falsos señuelos en que nos tienen atrapados. José Ramón Cervera Grau

Ojos para la Paz

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One comment on “VIRAJE O HUNDIMIENTO

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