La Guerra Mediática (V)

Directo a las emociones

Lo hacemos también nosotros, condicionar la respuesta para lograr el abrazo de nuestros sueños. En el enamoramiento puede haber una escaramuza prorrogada con la intención de desarmar el escudo de las emociones. El llanto, la primera emoción no contenida abre paso a una forma de comunicación que inmediatamente transmite una necesidad y un cuidado, y es difícil escapar a esa petición tan intensa y penetrante.

El marketing experimental, orientado a tocar la fibra y rendir culto a la humanización de la marca, hace sentir al consumidor que forma parte de ella. Antes de que se democratizara la pequeña pantalla la prensa ya había lanzado su primera ofensiva para alterar la percepción de la realidad; ocurrió en 1916 bajo el mandato de Woodrow Wilson en Estados Unidos. La Primera Guerra Mundial llegaba a su ecuador y se puede decir que la población era muy pacifista (como lo son la mayoría de poblaciones antes de que llegue el invasor), hasta que la administración del presidente decidió que su país tomaría parte en la contienda. Primer problema a resolver, había que inocular entre la población el ansia de la guerra. Dicho y hecho. Se creó una comisión a tal efecto, la Comisión Creel, y en seis meses la población se volvió histérica y estaba convencida de que había que desalojar el mundo de alemanes.

Poco después llegaría un nuevo experimento que se llegó a conocer con el nombre de «Miedo Rojo». Persiste hasta hoy aunque con otras características y con mucha mayor sutilidad. Desde entonces, una apisonadora incansable ha trabajado día y noche para borrar del mapa todo aquello que pueda hacer frente a unos determinados intereses. Esa apisonadora es la propaganda o la guerra mediática.

Es probablemente el arma de control social más sofisticado y vehemente. No descansa ni cuando dormimos y, lo peor de todo, está en manos de un sistema financiero internacional que no tiene escrúpulos. 

Lo que sí tiene a su disposición son los llamados medios de comunicación de masas, los mejores propagadores de ideas y de plagas. A día de hoy dichos medios nos infantilizan y buscan nuestro llanto buscando perturbar nuestra paz interior y la modificación de nuestra conducta. 

Creada la Opinión Pública de esta forma el sometimiento a una presión persistente se camufla en la sociedad del espectáculo, y todo va rodado en una secuencia vital que contribuye a disputar cada jornada soportando la violenta distracción con la que nos agasajan.

Una nueva guerra, Siria, unos nuevos invasores, nuestros gobiernos, y una nueva parodia para justificar la obstinada sed de mal. Diferentes capítulos han ido marcando el gradual desarrollo de los acontecimientos. Todos ellos construidos para influir directamente en nuestras emociones y, casi por norma, falseados y calculados para ser consumidos en el momento preciso.

Sin saberlo estamos en estado de shock, y en esas circunstancias es complejo sospechar que lo que acontece ante nuestros ojos no es sino la difusión del terror con el aderezo de la compasión.

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Son tantas las evidencias de un complot contra este país y sus recursos que ya no hay que recelar ni temer por la abundancia de información que nos ahoga y nos oprime. En esta ocasión toca hilar todos los elementos que he ido desgranando, y os convoco a leer con detenimiento este documento con todas sus fuentes y enlaces. Reúne de una forma magistral toda la narración que he procurado argumentar; niños, lágrimas, bombardeos, heroicidad, ayuda humanitaria, difusión generalizada, barbarie, pánico y persuasión, y todo diseñado bajo el paraguas de los Cascos Blancos, que encumbran su puesta en escena con un espectacular guión producido por Netflix y patrocinado por la OTAN, con el consiguiente Oscar al mejor corto documental (impertinente labor del azar)

Se que en ocasiones como éstas no es fácil abrir los ojos ante tanta atrocidad de la que es capaz el hombre blanco. Pero no tenéis más que dedicarle un poco de tiempo a la historia de esta falsa ONG y, después, reflexionar sobre todo en su conjunto. Y no olvidar, en ningún momento, que esta aclamada fábula es una pieza más con la que Estados Unidos vuelve a contribuir para que el odio y la guerra prosigan con el único fin de abastecer su imperio y su voracidad.

En la publicidad el marketing apela a emociones que todo el mundo puede sentir, generalmente a la felicidad. En la propaganda de guerra se hace lo propio, pero con el miedo, la turbación y el engaño.

joséluis vázquez domènech, sociólogo

No a las Guerras, No a la OTAN, no a las Bases Militares

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