Orlando Romero Harrington
15 de febrer, 2014
ORH+
Mariche, Venezuela.
Decía que era la primera vez que una democracia latinoamericana se enfrenta con un golpe de estado de cuarta generación, mientras José Manuel monta el café. Mi pana Jose Manuel llegó a Mariche hace dos horas. Mientras lava afanosamente la cafetera de mi oficina, grita: “Venía en el autobús y taban dando una película que una guevoná, me baje del autobús con los ojos tipo ventilador..
_Coño, y eso?
_Naguevoná me baje sicoseao marico..asustao mirando pa´los laos
_Qué película era?
_Puro malandro en esa verga echándose tiros unos a otros, por el simple placer de hacerlo
_Zape Gato”.
Sabemos que la propaganda negra no es novedosa. Pero quizás sea el dominio que tenía la burguesía local con los medios de comunicación privados, arraigados de manera familiar en las pezuñas de sus dueños (que también comparten el epíteto de “Amos del Valle”, texto fundamental para conocer de manera creativa la sociedad mantuana) lo que nos permitió un conocimiento mayor sobre su implementación. Cada uno de nosotros, los revolucionarios, los chavistas, sabe. Sabe de desafiar a la muerte por el odio y la intolerancia que sembraron estas escorias, eternamente condenables empresarios capitalistas que sacrificaron la estabilidad, la paz mental y espiritual de un pueblo por sus sucias ambiciones económicas. Nadie daba un dólar por Hugo Chávez, el 11 de Abril. Sólo los pobres de Venezuela, los justos de Venezuela, los Bolivarianos, los chavistas, creímos en él. Y Chávez juró entregar su vida. Así fué. Y así será para nosotros. La dictadura mediática que preparó a la opinión pública, magnificó defectos, ignoró virtudes, manipuló, adoctrinó, mintió y fué la forjadora de esta generación de zombies-manifestantes. Y hay una televisión en cada casa de este país. Escríbalo. Cadenas de Televisión, diarios, páginas web, escritores, artistas, periodistas, cineastas, todos en nómina de Washington. A toda hora, todos los días, los meses que antecedieron al Golpe de Estado contra Hugo Chávez se caracterizaron por la campaña de propaganda política más sucia, salvaje y criminal contra presidente alguno en la historia contemporánea. Lo que RCTV, Globovisión, Televen (por nombrar tres del dominio televisivo que aún posee la empresa privada del espacio radioeléctrico de la nación) hicieron con este sector de la población es un crimen de lesa humanidad que no prescribe, y que aún espero por el valiente abogado que lo lleve a un Tribunal. O al menos se haga un registro serio, de esa vaina. Porque transmitieron mensajes subliminales, incluso, en plena televisión. Hay legislación internacional sobre el tema, pregunten en la Casa Blanca. Allí sí no se calan guevonadas.
Esta vez, los policías del mundo han determinado financiar de nuevo a los inoperantes políticos de derecha local, verdaderos parásitos de los dólares que cándidamente entrega el contribuyente norteamericano a la “lucha por la democracia mundial” de la USAID y NED.
Pero, hay una idea clara. Y es que vamos a matar a alguien, para que tomen la calle. Mi preocupación es que los gringos, son brutos. Una derrota contra Venezuela, sería mortal para el Partido Demócrata en las próximas elecciones. Entonces, después de una idea puesta en práctica, de nuevo en Caracas… no queda otro remedio que seguir adelante, no con un 12 de febrero, con cientos de 12 de febrero. Tendrían que asesinar, mover medios, sostener la vara del caos sobre la Ciudad durante meses. Comunicacionalmente, no tienen a la televisión fácil. Hay nueva sangre, e inmediatamente salió del aire NTN24, sumada a la conspiración. Globovisión reducida a la parte de atrás de la historia. Queda la prensa y las redes. Y eso, es lo original de lo que sucede en Venezuela, para mí.
La prensa privada en Venezuela es cartelera de información, instrumento de sugestión, látigo de instrumentalización. Todos los lunes, los diarios El Universal y El Nacional, sumados a la conspiración y con acusaciones de corrupción y acaparamiento de bobinas de papel perfilan la agenda noticiosa de la semana. Puño y dígito desde Washington. En las redes, los ejecutores establecen los temas de conversación, los guían, los alimentan como a una planta. Cada comentario, cada link, cada reacción. Son los encargados de alimentar la rabia de la burguesía, y enviarles el mensaje a sus mascotas pobres. Esos que no se reconocen en el espejo, ni nunca pagarán su deuda. Cómo nos han envilecido, Venezuela. Tanto, que hay algunos jóvenes que confunden fotografías de represión estudiantil brutal y cavernícola por la policía chilena, con lo que acá pasa. Estos jóvenes, inocentes, se indignan al ver esa imagen desgarradora, y la comparte. Y se queja Rihana, se queja Felipe Calderón, se queja Calle 13. Y de repente, está bien, in, cool, depinga, quejarse de la situación de esos corderos de la burguesía venezolana, que sacrifica a sus hijos, que los expone ante la oscuridad negra-parda chavista tupamaro. Y así vamos.
Las redes se usan para organizarse, reunirse, compartir. Para bajar a la plaza, con una cacerola sonando a gritos metálicos por toda la calle y arrojar piedras sobre la vía, y que pase un taxista con su Malibú negro del mil novecientos no se qué coño y la rueda de atrás pise la piedra, porque es un señor mayor y coño no ve de noche,y que se oye un coñazo y se para el taxi, y que los dos carajitos que están tocando cacerola se cagan y se abalanzan contra el señor tocando la cacerola y gritando, y el señor que se baja y se orilla, y se sienta a esperar que estos hijo de putas millonarios les dé vómito con sangre al dormir en sus mullidas camas, mientras él tiene que cambiar el caucho porque se jodió la punta trasera.
No sabemos cómo vendrá esto. Pretendemos adivinarlo desde aquí, pero el destino será quien determine al final, en qué condiciones lograremos la victoria. Hoy salimos a marchar. Hoy los pasos retumban las autopistas, habituadas al suave deslizamiento del caucho. Hoy las autopistas las pisan humanos, encabronados y también felices, también soñando. Hoy Venezuela recuerda al Profeta.