Sobre los atentados del 11-S

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Este texto circuló por Internet tras los atentados del 11-S
(No se conoce la firma)
Diciembre 2001

Siempre el mismo planteamiento con idéntico desenlace. Primero EU selecciona el objetivo que conviene atacar…Vietnam, Corea…..luego fabrica «un elemento justificador» que haga tragar a la opinión pública con la venta de la guerra. Y termina con una «guerra justa».

En 1845, y al grito de «Recordad El Álamo»», el ejército norteamericano declara la guerra a Méjico. Hoy sabemos que la supuesta heroica gesta de El Álamo, donde un puñado de norteamericanos habrían resistido hasta el límite para ser finalmente degollados por los mejicanos, nunca existió. Pero su invención fue la excusa para arrebatarle a Méjico cerca de un 40% de su territorio.

En 1898, la falsa acusación contra España de haber provocado la voladura del acorazado El Maine fue el pretexto para declararnos la guerra y anexionarse Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam. Otra vez a costa del mundo hispano. Hoy existe la certeza de que fueron ellos mismos quienes provocaron el hundimiento causando la muerte de 300 de sus marines.

Una gigantesca campaña de prensa bajo la consigna de «Recordar el Maine» permitió movilizar a los sectores de la clase política y de la opinión pública inicialmente contrarios a la guerra hacia su aprobación. «Usted envíeme las imágenes que yo le mandaré la guerra»» había dicho unos meses antes el magnate de los medios de comunicación Hearst a su corresponsal en La Habana. El Yate de Hearst entró en La Habana y ESTUVO AL LADO DEL MAINE hasta que la propia tripulación del Maine lo alejó.

Pearl Harbour: Todavía existen serias dudas sobre el acontecimiento que provocó la entrada en la I Guerra Mundial de EEUU: el ataque de los submarinos alemanes contra un trasatlántico norteamericano. De lo que no existe ninguna, porque así lo confirma la correspondencia entre Churchill yRoosvelt, es que la inteligencia norteamericana y el alto mando conocían de antemano el ataque japonés sobre Pearl Harbour. Dejaron que se consumara, sacrificando la vida de 2.500 de sus soldados, a fin de tener el argumento que precisaban para entrar en la II Guerra Mundial.

«Cada día que pasa siento un mayor temor del poder que ha alcanzado el complejo militar industrial», la frase pronunciada por el presidente Eisenhower es la clave para comprender uno de los episodios no aclarados de la reciente historia norteamericana: el asesinato de Kennedy (JFK). Inicialmente presentado como una intervención cubana, el magnicidio ha sido objeto de sospechas más que fundadas que apuntan a la CIA y los sectores más duros del Pentágono, su objetivo, eliminar el obstáculo de un presidente demócrata reticente a las aventuras expansionistas imperiales y sustituirlo por Jonhson, bajo cuyo mandato y con la excusa de otro incidente inventado en el golfo de Tonkin (torpedos sobre sus barcos), se inició la escalada bélica en Vietnam.

También Iberoamérica conoce en sus entrañas la infinidad de provocaciones y auto-agresiones organizados por la CIA para justificar la intervención de los marines o de sus gorilas golpistas formados en la Escuela de las Américas. La historia de la expansión del poder imperial norteamericano está plagada de auto-ataques. En unos casos organizados por ellos mismos, en otros induciéndolos, en otros consintiéndolos. De cualquier forma, cada uno de estos ataques, cada una de estas provocaciones, estaba hecha para que el Imperio mandara sobre la Democracia, para arrastrarla y someterla a la utilización de la fuerza necesaria para expandirlo.

– En la actualidad este problema se ha visto agudizado hasta el límite con la elección de Bush: un presidente colocado con fórceps y cuya elección ha puesto en cuestión la democracia interna rebajándola al nivel de una república bananera, como la propia prensa norteamericana calificó lo sucedido en Florida. Tenía que haber proyectos y propuestas muy poderosas para desprestigiar de esta forma el sistema democrático norteamericano ante el mundo entero y ante los ojos de su propio pueblo.

Algunas de estas propuestas ya las conocemos: escudo antimisiles, negativa a firmar el protocolo de Kioto, ruptura de los tratados internacionales, minas antipersonas, abandono de la conferencia contra el racismo… Otras están todavía por ver. Bush es un presidente alumbrado mediante un golpe contra el régimen democrático que ha propiciado una sistemática voladura de todos los tratados internacionales y lo hace a una velocidad inaudita.

Pero los sectores más duros del complejo militar industrial han de enfrentarse a dos problemas combinados para llevar adelante sus proyectos. Por un lado, cada uno de los movimientos de Bush en sus escasos 9 meses de presidencia revela una determinación implacable para desmontar el modelo de hegemonía consensuada elaborado por Clinton. El proyecto anterior estaba avalado por los sectores de la burguesía monopolista norteamerica na más dinámicos y competitivos en el plano económico, aquellos que buscan crear una suerte de gobierno mundial consensuado entre EEUU y sus rivales, un equilibrio estable en el que EEUU como primera potencia ejercería el papel central de árbitro político, una hegemonía indiscutible pero consensuada. Por el contrario, Bush ha dejado claro que busca establecer una distancia sideral con el resto de potencias, distancia en todos los terrenos pero sobre todo en el militar, que asegure el disciplinado acatamiento de los demás a una hegemonía impuesta sin necesidad de consensos ni en gorrosas negociaciones. Un proyecto que no es posible llevar adelante por las buenas, sino hacerlo sin piedad y a costa de lo que sea. Y para el que necesitan, imperiosamente, romper con lo que los propios estrategas yanquis reconocen como una de sus mayores debilidades: un pueblo que no está dispuesto a seguir al imperio en sus aventuras militares.

Y este es el segundo problema al que se enfrentan. Como reconocen los propios estrategas y analistas norteamericanos, el ejercicio de un poder imperial sostenido es incompatible con el «hedonismo personal» y el «escapismo social» dominantes en la sociedad norteamericana. Como afirma el ex consejero de seguridad nacional de Carter, Z. Brzezinski, entre el pueblo norteamericano existe «un fuerte rechazo contra todo uso selectivo de la fuerza que suponga bajas, incluso a niveles mínimos».

Como consecuencia, es «cada vez mayor la dificultad para movilizar el necesario consenso político a favor de un liderazgo sostenido, y a veces también costoso, de los EEUU en el exterior». Movilizar ese consenso necesario para anular la iniciativa del otro sector de la burguesía monopolista yanqui y arrastrar al pueblo tras las necesidades militares del Imperio, esto es lo que está en el origen de todos los auto-ataques, en cualquiera de sus formas.

Cualquier acontecimiento en los EEUU es necesario leerlo desde esta tradicional lucha entre Imperio y Democracia, desde esta doble naturaleza que divide la sociedad norteamericana, el seno mismo de su clase dominante, sus instituciones y su pueblo……….. al Imperio, cada vez más, le estorba la Democracia.

Si la cadena de horrendos ataques fue obra de los talibanes, esto no altera la sustancia del problema. También en Pearl Harbour el ataque fue obra de los japoneses. ¿Es creíble pensar que los talibanes, creados, financiados, armados y formados por la CIA para combatir la invasión soviética de Afganistán, no estén infiltrados de algún modo por ellos? ¿Nos quieren hacer creer que el FBI o la CIA no sabían nada de esto?

¿Cómo es posible que un prestigioso abogado de El Kairo, padre del principal inculpado, Mohamed Atta -un profesor de urbanismo en la Universidad de Hamburgo- diera una rueda de prensa en la que además denegar rotundamente la implicación de su hijo en los atentados, manifestó haber hablado con él tres días después de los mismos? Luego nunca más supo. Secreto de Estado. Torres que presuntamente fueron voladas con cargas explosivas situadas en sus cimientos, personajes que tenían que velar por la seguridad ascendidos de categoria, empresas norteamericanas que ese día lo habían dado libre a sus empleados, aviones fulminados sin dejas ni siquiera las cajas negras, cartas autoinculpatorias de presuntos pilotos suicidas que aparecieron misteriosamente entre las montañas calcinadas de los edificios …

Sí; ahora todos los pueblos del mundo tenemos que recordar El Maine, recordar Pearl Harbour, recordar el asesinato de Kennedy…Porque no tendremos los datos, pero sí la memoria.

ADDENDA: Madrid y Londres…más de lo mismo. Además siempre se suicidan, o los suicidan y no hay quien aporte pruebas..

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