Por encima de nuestras posibilidades

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Tamer Sarkis Fernández
9 de marzo, 2014
Diario Unidad

 “Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. De todos los chistes racistas, éste es el peor. Sólo que, me temo, no es un chiste, sino la verdad. Es la cerda verdad racista que se nos ha impuesto en alemán y que los portavoces locales vienen traduciéndonos desde hace unos años. Salir de la zona roja de la tarjeta de crédito, dar a los niños de comer carne o pescado con mínima regularidad, o siquiera tener niños, llevarlos mañana a la universidad, ir al cine, la ducha con agua caliente, tomar transporte público a precios decentes, acceder a un techo (sin herencias de por medio y sin que te caiga encima el techo o el cuerpo de antidisturbios), cobrar como pensión al menos parte de ese salario diferido que el fisco nos deduce año tras año, comprarte unos zapatos que estos te hacen llagas al andar…, irte de vacaciones sin suspensión temporal de sueldo y con la certidumbre de conservar el empleo a la vuelta, regalar a los que quieres sin tener que recurrir al todo a cien, beberse unos vinos, acceder a cuatro duros del banco para poner al día el pequeño chiringuito, ser operado de viejo sin empeñar la dentadura…

       “¿Quién le había dicho a usted que eran ésas sus posibilidades?. No tan rápido, señor PIG. Si hablamos de los vecinos del Norte, entonces ésas son obvias posibilidades y perogrulladas (“derechos humanos”, “derechos humanos”, se bala y se aplaude). Pero ustedes… ¿Qué se han creído ustedes?. Les queda a ustedes lo más preciado, lo que no tiene precio en Mastercard, lo gratis: el sol, el arte, risas, fiesta, guitarra y jarana. Si son ustedes de otra pasta: artistas y tauromantes, que ni saben de economía, ni quieren saber, ¡ni falta que les hace!. Quemen ustedes alegremente las páginas informativas de Economía, como en aquel anuncio futbolístico de la Coca-Cola sobre idiosincrasia de pandereta. Qué suerte tienen ustedes: puro savoir-vivre español…

       Además, les queda el sexo. El sexo es gratis. Aunque cuidado, señor PIG, con tener pigcitos. No sea usted irresponsable portador de más pobres al Mundo. Ante el peligro, hemos reservado para ustedes el dramático derecho de quienes tienen extirpados todos los demás derechos materiales o sociales: pueden ustedes abortar. Y si no, tienen ustedes loterías y quinielas. Y la lotería europea. Y los puentes y las azoteas para hacer puenting sin correa. Y “la roja”, no se olvide de animar a “la roja”.

       “No se olvide de animar y póngase de felpudo, PIG, que las posibilidades, en el Cortijo Esbanaña, son para otros. Más rubios, más altos y más blancos que ustedes. No me culpen a mí. Cúlpenle a Darwin”.

       “Un coche a letras, carretera y manta, hacer turismo. ¡Será usted irresponsable!. Se salieron ustedes de sus posibilidades: paguen la multa. Aquí, el turismo, se lo hacemos nosotros a ustedes, y por donde duele si fuera preciso. Y las inversiones y super-beneficios en su territorio acaban y empiezan también en nuestras rascacielas latitudes”. “Europa empieza en los pirineos, señores PIG. ¿O acaso se les había olvidado a ustedes?”.

       “Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Lo más aberrante de esta aberración es que, en substancia, y a diferencia de lo que algunas stars “críticas” y “alternativas” del espectáculo nos hacen creer, va mucho más allá de la mera falacia socio-económica. Se trata del axioma que el orden mundial de la “raza de los Señores” (en nietzscheanas palabras), aplica realmente a los “pueblos de esclavos”, como nos llaman entre bastidores. Téngase en cuenta: hoy, a la lucha del rojo contra el vil metal y al combate del martillo y la hoz contra la chistera y sus asesinos locales, no se los puede separar de otra inextricable dimensión: la lucha de los tonos oscuros contra el rostro pálido delineante del compás. Y aquí los colores son metáforas evocativas; no se me asuste, buen PIG, si es usted pálido de piel.

       Lo más repugnante es oír en cualquier lugar a masa repitiendo el axioma, casi como un procedure de programación cibernética que tuviera que internalizar: “Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Esclavos económicos, esclavos sociales, y esclavos mentales. El esclavo llora con películas de nazis mientras sufre en propia carne no el III imperio, sino los albores del IV.  

       Una de las líneas vertebradoras de la geopolítica hitleriana consistía en arrebatar a Inglaterra la hegemonía sobre el arco mediterráneo. Nada más saberse los primeros resultados de la desastrosa Campaña italiana en los Balcanes, Hitler ordena socorrer a Mussolini. ¿Cumplimiento de los pactos inaugurales del Eje Roma-Berlín?. ¿Sacarles las castañas del fuego a los fascistas por empatías ideológicas?. No en lo profundo. Los nazis, entrando en la península balcánica, estaban ayudándose sobre todo a sí mismos. Si los partisanos del Pueblo vencían y se fortalecían, lo puesto en riesgo por los italianos sería el propio proyecto alemán. Así que allá fueron. Y arrasaron. Aun a sabiendas de que esa “intervención” (como ahora las llaman) iba a retrasar por varios meses la puesta en marcha de la Operación Barbarrossa contra Rusia. La retrasó, de hecho, seis meses. Y a los nazis, literalmente, se les congelaron los esfínteres en mitad del crudo invierno estepeño. En última instancia, más aún que en Stalingrado, los nazis perdieron la guerra en Serbia.

       Pero Hitler asumió tamaño riesgo por lo mismo que había bombardeado Guernika o Almería: el mar. Había visto en la victoria de Franco la llave alemana del candado occidental mediterráneo. Cuando constataron que Franco pasaba bastante del tema, los jerarcas nazis diseñaron la Operación Fénix: blitzkrieg sobre España y ocupación-relámpago de Gibraltar. Ni inglesa ni española: del Reich. Esta operación había de asestar, de rebote, un duro golpe a la portentosa marina británica, que anclaba numerosos navíos en puerto gibraltareño, así como catapultar la armada teutona hacia la toma de puertos insulares que funcionaban de facto para el imperio inglés, como Malta.

       Mientras, y aunque esto sorprenda a más de uno, Hitler llevaba ya varios años trasladando población judía en barcos alemanes que partían rumbo a Palestina. Al III Reich le interesaba apadrinar la constitución de una entidad política de dominio judío allí, en el Levante mediterráneo. Pues Hitler había acordado con las finanzas sionistas que éstas dotaran, a la nueva entidad, de fondos para excelentes infraestructuras. Dotando, a la creatura, de vocación y capacidad para ser una especie de “mini-potencia local”, el Padrino alemán situaba en la llamada “llave de Oriente” (parte de la Siria histórica) un aparato colaboracionista y operativo. ¿Conspiranoia?. Historia más allá de clichés.

       Alegrémonos: Hitler no consumó finalmente sus planes de atravesar estas tierras ibéricas y domeñar a “esa raza de bastardos de mil cruces”, como nos llamaba. ¿O acaso el imperio alemán –no el III, sino el IV- sí lo ha hecho?. Mirad a Merkel, sonriente y taimada, sofística, cerebral como HAL el gran ordenador de abordo. Martín Lutero, otro alemán, algo misógino, se nos reiría también con su aforismo: “La Razón: esa astuta mujerzuela”. Y Nietzsche nos advertiría, contrastando al histriónico ogro Hitler con la bruja Merkel la sonriente, que “no mata el enfado; mata la risa”.

Tamer Sarkis Fernández,

DIARIO UNIDAD.

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